miércoles, 26 de diciembre de 2007

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De nuevo un suspiro hondo, y él contempla la foto que guarda en un cajón, en ella una mujer de ojos grandes y cabello negro lo mira con una expresión de nostalgia. –Es el único recuerdo que guardo de un sueño que murió el verano pasado.- le dice a la chica que se encuentra a su lado, mientras ella no tiene la menor idea de lo que él esta hablando. Así imagina esa mañana y por un instante experimenta el calor de su piel, el sabor de sus labios, y las caricias de un cabello negro que exhala una fragancia indescriptible. El aroma de la melancolía piensa. –la melancolía tiene un olor indescriptible para mí.- se dice a si mismo, pero ha pasado años imaginando lo mismo, y la fragancia es ahora un recuerdo muy lejano.
¿Puedo sentarme aquí? – le dice mientras con la mano izquierda coloca el mechón izquierdo de su cabello detrás de su oreja. –Claro, siéntate.- le responde. Sus ojos brillan y hasta parecen sonreír. Él se traba al hablar, pero ella no lo nota. -Tiene unos ojos penetrantes que sacan a cualquiera del exilio.- Piensa Alejandro, pero no se atreve a hablarle, más bien recordó el olor a tierra mojada y la historia que nunca terminó de escribir. Ella lo mira extrañada, lo ve casi todos los días pasar por el centro Comercial, incluso lo ha saludado varias veces.
-Oye, ¿en qué piensas? Pasaste frente mí y no me saludaste.- le dice un poco confundida.
- En nada- Alejandro le responde. Pero la fotografía de la mujer de ojos grandes y cabello negro vino a su mente. –Últimamente trato de no pensar en nada, así es mejor.- De nuevo ella lo mira sin tener idea de lo que esta diciendo. –Claro.- le dice ella. –Por cierto me llamo Daniela, ya debo volver a trabajar, nos vemos después, cuídate.- Estira una mano delgada, de esas manos que solo saben dibujar letras silenciosas y sin destinatario.
Sus ojos tenían un brillo de soledad que Alejandro nunca había visto. Parecían acostumbrados a llorar, pero al mismo tiempo, su rostro demostraba que ya había olvidado lo que era expresar un sentimiento o una emoción. Ella pasaba su figura delgada sobre unos zapatos blancos de tacón que le iban grandes, pero aún así, arrancaba miradas de deseo en todos los hombres que se acercaban a pedir información sobre el celular de moda, o el plan tarifario más barato. Una niña de ojos tristes, sin brillo ni ilusión. Alejandro a veces se preguntaba que cosas pasaban por su cabeza mientras se sentía observada. Se habían encontrado durante varios días, ella siempre con una sonrisa tersa, y él con la nostalgia encerrada en el rostro.
-Espera, mañana podemos comer juntos, ¿quieres venir? – Le dice Alejandro mientras Daniela se voltea y le sonríe. Es la primera vez que lo hace desde que se saludan. Por primera vez desparece la angustia de su rostro.
Ojos de 19 que aprendieron a mirar como si fuesen de noventa.

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