Mientras
te escribo, pienso en tu cuerpo desnudo, en cada parte de tu piel que está
anclada a una imagen y es tal vez por eso que tu movimiento es lento, como
quien sabe buscar de noche una estrella.
Te
miro y me retumban en los brazos las ganas de cogerte de la mano y huir. Lejos.
Salir de esta ciudad, cerrar los ojos desde dentro y confundir querer con
poder. Por eso es que cuando te miraba, se me astillaban las ganas de apostar
todo en un tercio al marrón de tus ojos, justo al borde de tu pupila. Acampar
ahí y dedicarme a conseguir que veas todo de un color mucho más vivo.
Ese sabado, me enloquecían las ganas de besarte despacio, entretenerme en cada
renglón de tu boca, morderte las ganas y poder jurarte que la guerra no
estallaría ahí afuera.
Pero
quizás estalle. Quizás eso que escucho mas allá de estas líneas son disparos al
aire que aún no me han herido irremisiblemente, pero hoy quiero jugar a que aún
no existen pizarras en las que dibujar futuros inciertos y darles forma
moldeando minutos ausentes. Como si el mundo fuera de plastilina y pudiéramos
construir un sueño a medida, un globo terráqueo a una escala perfecta, o quizás
solo un plano en el que a ti a y mí no nos separen las estaciones.
Hoy
te recuerdo y te miro, se me rompen en las yemas de los dedos las ganas de
deletrearte la piel hasta que consigamos las palabras mágicas que te hagan
creer que es posible.
Por
que mientras el tiempo se oxida en mi boca, tu vuelves a irte a una realidad en
la que no soy capaz de arañarte el alma. Como dibujar a mano alzada tus labios
un segundo antes de que mis barreras se fundieran de tu ausencia. Aunque aún te
espero, aunque te he escrito señales de humo y he querido señalarte el camino
con mis huellas dactilares en el cielo de tu boca.
Tal
vez es por eso, ahora que me marcho te
digo que desde siempre, Mi mundo ha estado impregnado de ti…
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