Esa noche, el hotel estaba desierto. La falta de sueño se presentaba con mayor frecuencia, y las caminatas nocturnas comenzaban a hacerse una costumbre antes de poder irme a la cama. Era otoño, y noviembre desaparecía entre oscuros recuerdos de un ciclo que desaparecía para siempre.
Salí de mi habitación y tomé el ascensor hacia el ultimo piso, era la segunda noche que pasaba en el hotel, y para entonces, el último piso era el único que no había explorado a mitad de la noche.
Al salir del ascensor llamó mi atención el pasillo izquierdo. Estaba totalmente oscuro y contrastaba con la iluminación del resto del hotel. Sin pensarlo, comencé a caminar en medio de la oscuridad a través del pasillo, y llegué a una habitación cerrada por una puerta de cristal. Una extraña curiosidad por descubrir lo que había en la habitación se apoderó de mí en ese momento. Así que extendí mi mano derecha hacia la manija, la cual giró con un pequeño crujido apenas percibido por mis oídos. Sin resistencia alguna, entre a través de ella y llegué a una habitación rodeada por cuatro balcones, los cuales introducían la poca luz que generaba una luna agonizante entre las nubes. Al mirar hacía el balcón diametralmente opuesto a donde yo estaba, reconocí la figura de una mujer delgada que había visto el día anterior en la recepción del hotel. Al igual que yo se hospedaba sola, rasgo extraño en una mujer que se acercaba a los treinta y que poseía una belleza que difícilmente pasaba desapercibida.
Parecía mirar con atención el cielo, pero al mismo tiempo, la expresión de su rostro demostraba que miraba más que lo que se encontraba en el. Por un instante pensé en dar media vuelta y salir de la habitación, pero un impulso me hizo dirigirme hacia ella.
-Supongo que tampoco puedes dormir.- le dije mientras me acercaba. Giro su rostro hacia mí reconociendo mi voz al instante, para después desviar su atención de nuevo hacia el cielo.
- Hoy es una de esas noches que prefiero estar despierta.- me contestó sin mirarme. Esta vez, su mirada era de verdadero interés en el cielo…
Habíamos hablado por primera vez en el bar del hotel la noche anterior. Además de los dos, había otras dos parejas que contemplaban al pianista mientras interpretaba una melodía melancólica que hacia eco en más lugares de los que mi mente deseaba. Lorena se encontraba en una mesa al fondo del bar, leía una libro de pasta roja que llamó mi atención al instante. Desde la barra del bar, comencé a contemplar a Lorena, tratando de recordar donde había visto aquel libro rojo…